C.A.I.E. Centro de Actualización e Innovación Educativa

Rosario del Tala - Entre Ríos - Argentina

29 de mayo de 2008

EXPERIENCIAS NARRATIVAS


Una de las líneas de acción de CAIE es la "Documentación narrativa de experiencias pedagógicas", la cual adquiere relevancia en la posibilidad de sistematización y recuperación de las propias experiencias de los docentes de los IFD y de otras instituciones educativas, dado su potencial para el debate pedagógico acerca de las distintas características de los problemas de la enseñanza.

Como aporte a esta línea he subido al sitio http://www.documentacionnarrativa.com.ar/ la siguiente experiencia significativa:


El mundo de Walter

Esta experiencia la viví en mi escuela, “mi escuela”, como si tuviéramos comprado el lugar donde nos tocó encontrarnos con nuestros alumnos, compañeros de trabajo, porteros, cocinero, director, y todo lo que forma parte de ese pequeño gran mundo.
Mi escuela, la “205 Provincia de Entre Ríos” o ex J. B. Alberdi es una pequeña escuela rural ubicada en estación Durazno, lugar de casas desparramadas, gente que se cuenta entre 200 y 250, pueblo sin plaza y casi sin vida desde que el ferrocarril pasó a ser solo un recuerdo.
Esta es la historia de un alumno llamado Walter, un alumno que no sabía “casi” nada, pero ese “casi” fue lo que necesito para dar un ejemplo inesperado.
Walter era la preocupación de todos, era el alumno que no estudiaba, que no atendía, que no comprendía, que no hacia las tareas… y tantos otros innumerables “no”.
Siempre nos escuchábamos diciendo –Pobre Walter, no le da la cabeza. –Si sigue así va a repetir –Le cuesta muchísimo y no pone nada de sí. Solo se hablaba de Walter como un caso perdido, alguien que solo ocupaba un banco, tenía un plato en el comedor y también las peores notas de la escuela.
En verdad, en mis clases de Informática, nunca ocasionó un problema, era un chico tranquilo que casi no hablaba, no respondía, no participaba y solo esbozaba una sonrisa cuando sus compañeros lo cargaban por su gran cabeza o su robusto cuerpo.
Como caso perdido, en las Jornadas Institucionales, solo se mencionaba lo de siempre:
–Pobre Walter…

Walter volvía a su casa, a trabajar con su padre en el campo, esa era su vida, su identidad, que enmascaraba todas las mañanas con el guardapolvo blanco.
Pero entonces como hacer para que ese guardapolvo, corto de mangas, no fuera un peso y que no representara solo una máscara para él. ¿Cómo lograría eso?, quizás haciendo balancear sus dos vidas, la de su casa, con sus costumbres de campo, bombacha, sombrero y de a caballo, y la otra, la del guardapolvo blanco y la rutina de la pesada obligación.

Uno de esos días en los que volvíamos, recorriendo 60 Km, hacia el lugar donde vivo, mirando, por la ventanilla del auto en el que viajábamos, el campo y su inmensidad, ese campo al que Walter veía de otra forma, con otros ojos, casi diría con amor, sonreí… había encontrado la respuesta.
En la siguiente clase, dividí en grupos el curso, las cuatro chicas en el primero, dos varones, en el segundo y ¿Quién formaría parte del tercer grupo? … Walter, solo Walter. Pude percibir las miradas, con un poco de asombro y hasta alguna sonrisa irónica por parte de sus compañeros. Y si, todos pensábamos lo mismo, Walter nada podía hacer, y solo, menos aún,
Encomendé un pequeño trabajo de investigación, para las chicas, sobre programas de TV, artistas y música. Al segundo grupo o sea a los dos chicos, un trabajo de deportes, mundiales y olimpíadas.
En su lugar Walter miraba atento y quizás temeroso de lo que le tocaría realizar, ahora era su turno.
Miré por última vez a sus compañeros deseaba que rieran irónicamente, confiaba que sería la última vez que lo hicieran.
-Walter este es tu trabajo, tomá nota por favor –le dije con la voz firme, como si el era el mejor alumno de la clase y su tarea sería, la con mayor responsabilidad.
Sin entrar en detalles su tarea consistiría en investigar, solo una forma de decir, porque creo que casi todo lo sacaría de su propio conocimiento y experiencia. Debía traer: pelajes de caballos, razas bovinas, precio de quintales de distintos cereales, tiempos de cosecha, cantidad de crías y litros de leche que dan las vacas. Walter tomaba apunte y note que sus ojos tenían un pequeño brillo, pues estaba siendo “cocinado en su propia salsa”.
Una semana después llegaría la hora de la verdad y Walter no me defraudo y tampoco me sorprendió; en una hoja, en ambas caras, estaba absolutamente todo lo que yo había pedido. Su trabajo era el más completo, y mi satisfacción fue sentir que sus compañeros miraron a Walter con respeto, solo el podía lograr un informe tan detallado y casi sin costarle nada de tiempo. Me di cuenta que había apostado al “número menos ganador” y no me había equivocado.
Solo faltaba transcribir el trabajo a la computadora. De las tres máquinas que teníamos, destiné una exclusivamente para Walter, que entre “picotazo” y “picotazo”, comenzó a pasar a Word todo su trabajo.
En esa pequeña escuela, la sala de computación se compartía con la Dirección, así que el Director, que estaba al tanto de lo que debía hacer Walter, observaba con detenimiento y en un momento, hizo un gesto de aprobación; en ese instante sentí que tenía sentido estar en esa escuela, que la vida me había puesto en el lugar correcto, que valía la pena hacer lo que hacia, enseñar, porque Walter nos había dado una lección y había demostrado que podía cambiar un poco su historia.

Cada persona tiene su valor, a veces solo debemos detenernos y observar mas profundamente, e intentar sacar de nuestros alumnos, lo mejor, porque en ese intento, también sacaremos lo mejor de nosotros, los docentes.
En mi viaje de vuelta observaba el campo y pensaba que cada uno de nosotros vive en su propio mundo y casi nunca intentamos descubrir el de los demás, pero esta vez fue diferente, Walter me había dejado descubrir el suyo, “gracias”.

1 comentario:

Vero dijo...

Leonardo, hermosa la experiencia. No sólo por lo valioso de la situación sino por la forma en que lo has relatado. Pude visualizar, al leer, los 60 km de ruta y a los costados, el campo...y con sólo cerrar los ojos, imaginar.
Soy docente de literatura en la escuela media y amo lo que hago con la diferencia que a pesar que también me rodea un poco la zona rural, tengo 38 alumnos en cada curso y entre ellos varios "Walter"...
El otro día compré el libro de Daniel Pennac "mal de escuela" que habla justamente de la vida del autor (hoy profe y escritor) cuando era un "zoquete" dice él...cuando era el que no servía para estudiar, para leer ni para dibujar...y también tuvo un Leonardo que lo "salvó"...imperdible el libro.
A veces, nos supera la realidad pero hay que seguir resistiendo y pensando que esas personitas que tenemos delante, TODAS tienen algo que enseñarnos como tu Walter...
Lindo que existan docentes que vean además de mirar.

Un abrazo desde San Marcos Sierras. Córdoba, el corazón del argentina
Verónica